alupego (Ángel L. Pérez)

QUE LA LUZ SEA LA META

 

En el pliegue del sueño.
Donde el deseo respira.
Retozan las visiones,
de un futuro distinto.
Un pasado que vuelve,
con renacidos bríos.
Un presente aniñado,
de pasados prejuicios.

La verdad no germina.
Como la seta al aire.
Se encuentra en la raíces,
del secuoya más grande.
En las profundidades.
Donde los siglos duermen,
como ancianos gigantes.
Soportando la herrumbre,
de eternos engranajes.

Háblame de las noches.
De los sueños con hambre.
De las violáceas penas,
ardientes como sables.
De la voz consumida.
De la fuerza que yace.
Los ídolos durmientes,
sobre los yertos valles.

Voz que nace del fuego.
De las mismas entrañas,
donde nace la carne.
El crisol de la vida,
donde el sueño renace.
En las perdidas simas,
donde se crea el lenguaje.
La verdad reverdece,
cuando las trampas caen.

Háblame de los días.
Nadando entre el follaje.
Comprimido en la idea,
de un posible semblante.
Dentro de las trincheras,
donde no roza el aire.
Tambaleo constante,
bailando en el alambre.

Luz que busca el resquicio.
Para herir a las sombras,
que oscurecen la sangre.
Sacude las alfombras.
Que caigan los cobardes.
Que la luz sea la meta.
Y la sombra el cadáver.
A. L.
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