alupego (Ángel L. Pérez)

BESOS...

 

Se quedo el beso anidando,
en aquellos tibios labios.
Rojos de rosa pulida.
Increíblemente sabios.
Jugosos cual fruta fresca.
Decididamente honrados.

El beso borró las huellas,
de los más oscuros años.
Dando sentido al momento.
Sellándolo como un pacto.
Y liberando la entrada,
de barreras y de obstáculos.
Penetró libre hasta el fondo,
Descubriendo los secretos,
celosamente guardados.

Supo que ya lo sabía,
cuando descubrió el engaño.
Y la trampa bordeó,
Evitando hacerse daño.
Llave que abre los cerrojos,
que esconden el desengaño.
Dando luz a aquella cueva,
negra de puro pasado.

El monte se despertó,
con la luz de la alborada.
Brilla el rocío en las hojas.
De barnices adornadas.
Y una suave brisa besa,
la belleza de los campos.
Despertando a la mañana.
Dando vida a los recuerdos,
escondidos, no olvidados.

Beso que calma la ira.
Beso que olvida el enfado.
Beso que al besar la pena,
de su dolor se hace cargo.
Beso que olvida el color,
de la piel que está besando.
Beso que rompe candados.
Besos que al besar entienden,
que dan belleza besando.
Besos que son de verdad,
al necio hacen más sabio.

El beso se acurrucó.
Entre los pliegues del labio.
Y acompasó sus latidos,
con el que estaba besando.
Y así quedó su presencia.
Para siempre dormitando.
Traspasando las fronteras,
del presente y del pasado.
Dando vida a la existencia.
Y enriqueciendo los años...
A.L.
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