Xabier Abando

Mi fe se queda en la ciencia



Como Darwin dejó escrito,

la especie humana provino
de otras, por evolución;
no por expresa creación 
por algún ente divino:
la creación es un mito.
 

Surgió en la estepa o la selva,
por selección natural,
tras mutación conveniente,
y no en el inexistente 
paraíso terrenal:
son un mito Adán y Eva.
 

Y, si Adán fue solo un mito,
no pecó en el paraíso;
sin pecado original
nada hubo que perdonar,
ni redentor fue preciso:
la redención, otro mito.
 

Ningún dios nos envió,
porque no era necesario,
un redentor, por lo visto,
por lo tanto, Jesucristo,
ser divino, extraordinario,
es un mito, no existió.
 

Si algún Jesús existió
simplemente un ser humano,
ninguna huella dejó, 
ni texto escrito quedó
sobre él, judío o romano,
de cuando, dicen, vivió.
 

Por lo dicho, sin ser genios,
por simple razonamiento,
es muy fácil deducir
que, por fuerza, han de mentir
y son todos un invento 
posterior, los evangelios.
 

Y, si Cristo no existió, 
no cabe otra conclusión:
sin Cristo no hay cristianismo,
que es falso y, por eso mismo, 
una absurda religión,
como todas, creo yo.



El gen del alma inmortal
se le resiste a la ciencia,
que, esa sí, mi fe merece,
no hay otra vida, parece,
no es cierta la trascendencia,
por ello, si hay dios, da igual.
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© Xabier Abando, 07/04/2018