Ernesto Marrero

La dialéctica de la vida

De pronto todo está bien,

la brisa avanza con el corcel de la esperanza.

De pronto llegan luces, inciensos,

copas y brindis, el éxito anhelado

y el bienestar

 

Son momentos en que las calles se ensanchan

y se extienden como verdes praderas

matizadas por el sol,

momentos de viva luz en que los cielos sonríen

y abren sus puertas para que los ángeles

aplaudan

 

Pero de pronto los días son cenizas,

nieblas grises que opacan los caminos,

sinfonías lentas o tétricas que anestesian

nuestros estados de ánimo,

y todo se vuelve lóbrego y escabroso

 

Son momentos de veredas tortuosas,

cuando las filosas piedras hieren nuestros pies

y ya no podemos caminar.

Entonces nos hincamos de rodillas,

vislumbramos el cielo y no vemos nada.

Volvemos a levantar la mirada

y solo percibimos sombras y siluetas

que parecen alegrarse de las desgracias

 

Así se mueve el misterioso árbol de la existencia,

en ocasiones acariciado por brisas serenas

y otras  azotado por recias tormentas,

tal vez buscando una armonía desconocida,

un equilibrio universal que la mente no percibe.

Pues nosotros tan solo podemos mirar al cielo

y contemplar sus doradas puertas,

a la espera de que puedan abrirse ante la felicidad

o cerrarse ante las tristezas


De mi poemario El tiempo y su legado