Xabier Abando

Luz divina


La poesía es amor, 
puede también ser dolor, 
si los trazos son jirones,
arrancados a tirones,
del alma que torna herida
del encuentro con la vida
que acaricia con puñales,
dejando leves señales,
o causa heridas atroces
de puñaladas feroces
de la mano del rencor,
los celos o el desamor.

 

Hasta los ojos más bellos
te hieren con sus destellos
y te ciegan con su luz,
y si miras al trasluz
los entresijos del alma,
cuando recobras la calma,
ves los surcos evidentes,
lo bello muerde sin dientes,
pero hiere y deja huellas.
Es propio de cosas bellas
que, después de conocerlas,
ansías volver a verlas.

 

Es así cuando mis ojos
se tropiezan con sus ojos,
que deslumbran con su luz:
se va por el tragaluz
de esta mi alma la cordura
y yo anhelo con locura
volverla a ver otra vez,
La notoria estupidez
es que siento en su presencia
la nostalgia por su ausencia;
paso los días colgado,
de su mirada alejado.

 

Ella es luz esplendorosa,
tan divina y luminosa
que sueño con su visión.
En mis sueños, la atracción
que en mi ejercen sus encantos,
como sirénicos cantos,
pone a prueba mi virtud,
que consiste en la actitud
de ser tan sólo su amigo,
soñar es lo que consigo,
lo demás, vana quimera.
Luz divina, quien pudiera...!


© Xabier Abando, 27/10/2016