En algún lugar lúgubre de la ciudad me encontraba sonriente, desafiando a la tristeza me importaba muy poco lo que opinaba la gente al verme pasar casi dado por cadáver un saco de esqueleto y cuero transitando la urbe, no habían pensamientos buenos ni malos dentro de mi solo la incesante sensación de que algo faltaba por hacer por descubrir fue allí em que por la tarde cuando oscurecía y se escondía el sol, y las tinieblas empezaban a cubrir el inmenso cielo sentía una extraña sensación el miedo del dia que acababa que culminaba su ciclo y asi sentir tambien que mi vida cumplía con la suya.
Era inquietante porque jamas sentí mas miedo que ese dia que no sabia que moriría pero que era tiempo ya de pasarle factura al destino, quien hace cumplir los caminos de una u otra forma sin interrupciones.