alupego (Ángel L. Pérez)

DESPERTÓ LA MAÑANA

 

Así saltó la chispa.
Así prendió la mecha.
Las palabras ardieron.
La emoción contenida.
Vivo ya el sentimiento.
Desbordó las vasijas,
de indignación repletas.
Rebosó de los cuerpos,
como rayos de fuego.

Prisioneros pacientes,
del enfermizo estigma,
maquinado en secreto.
Suplantada su idea.
Moldeada a su antojo,
en cónclaves sin veto.

Potentes letanías,
explotan en sus pechos.
El aliento inequívoco,
de un sentir justiciero.
Una nube los une,
como un solo cerebro.

Las palabras se rompen,
en airadas gargantas.
Como roncas verdades,
que afloran de su encierro.
De aire nuevo se cubren,
los ateridos cuerpos.
Un gigantesco anillo,
los une por el centro.

El murmullo latente,
del constreñido acento.
Engordando en las sombras,
del sutil intelecto.
El libre grito aflora.
Repetido en mil ecos,
que la sangre reclama.

El sueño liberado.
Ahíto de derechos.
Vibrante está de nuevo.
Presente, pero arcano,
en sus nobles conceptos.
Despertó la mañana,
de su profundo sueño.
A. L.
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