Alberto Escobar

Adulterio

 

 

 

¡Míralos!
Dos jóvenes que se aman como
si otra vez no hubiera.
Como el mar recibe al río, que exhausto
entrega sus aguas, ya lodosas, ya pesadas de tanto
soportar...
¡Míralos!
Se dejan ver sin recelo de miradas, sin rubor que se
precie, como arrojando a la cara de los curiosos un
derecho que les compete solo a ellos, el de amarse.
¿Hay algo de malo en exhibir la dicha, el placer de vivir,
de sentir?
Me tienen atado a la ventana como una mosca que quiere
salir de su presidio, ¿Dónde irán ahora?
Parecen poseídos por un demonio que les encamina a un
cielo ensortijado de violines, de orondos querubines.
¿Cuándo se van a despedir? ¿Dejarán algo para después?
¿Sabrá ella que le estoy esperando, que debo irme al trabajo?
Un niño, a mi espalda, irrumpe en perentorio sollozo, parece
hambriento.
¡Pequeño mío, sosiégate que mamá está a punto de llegar
para amamantarte!