Mónica Ledesma Villegas.

LA OVEJA NEGRA

Cuentan que en la vida de cada ser, existen miles de historias, en lo particular, si se me diese la oportunidad de regresar el tiempo 26 años atrás, y poder cambiar algún suceso ocurrido de mi infancia, lo cambiaria todo, excepto por aquellas hermosas tardes de primavera recorriendo las vías del tren, cantando, bailando, disfrutando de los rayos del sol impregnando mi piel, levantando la mirada en dirección al cielo, o quizás al infierno, agradeciendo lo feliz que solía ser, acompañada de mi perro capitán, vestida con los vestidos de estambre que mi madre solía tejer, y ese enorme papalote que cada día solía hacer.

Y ni hablar de mis fantasmas que cada noche velaban por mí, juntos conformábamos un todo. Sin dejar de lado a ese ser en especial de nombre \"Lucio\" que siempre aparecía en el rincón de mi habitación una vez al año, con vestimenta negra y la cabeza cubierta, dirigiendo su mano hacia donde tantos seres sin vida recorrían las antiguas calles de mi bello pueblo, atemorizados, llorando, susurrando inmensidad de palabras desconocidas, esperando ansiosos la resurrección para una vida nueva.

Lo cambiaria todo sin pensarlo, excepto esta etapa de mi vida, que me define y me hace única.

Viajaría ocho años adelante, sin pensarlo nuevamente, lo cambiaría todo, absolutamente todo, excepto la época en que pase con mi abuela, esa viejecita, quien, a pesar de haber muerto de tristeza y soledad, brindaba un toque de alegría a mi vida con los relatos de su pasado, y llenaba de luz mi oscuridad con su alegre canto.

Pude llegar a existir en varios a la vez, gracias a esto soy quién soy. Hoy he de decir… No me arrepiento de ser la rara oveja negra de la familia de sentimientos sinceros.