Yamel Murillo

AMOR REAL

Muy a pesar de que el reloj nos juegue un poco en contra ahora que vamos ganándole partido; incómodo tal vez por verme quitarte la chaqueta y recibirte con un beso cada noche para hablar del siguiente paso, no doy tregua...
Le he burlado tanto que él mismo se ha confundido de las horas por marcar.
Quiere oscurecernos el cielo mientras tú me amaneces, y su celo es tal, que te envuelve de mentira la insinuación de que se apaga para ti; aun cuando sabe que rompimos sus manecillas desde el primer minuto que vislumbramos juntos su condena a la eternidad, pretendió abrazarme cuando se agotaba la arena en caída libre, pero tus brazos le arrancaron de mi sombra y me crearon brasa ardiente destellando brillos de lavanda y sal sobre tu cuerpo...

No podrá más, evitar a mis yemas deslizarse tenues a lo largo de tus recuerdos y despertar en tu piel la contundencia de mi roce.
No impedirá el impetuoso clamor de dos almas que cabalgan rumbo a sus aromas y lubricados sueños, rendidos ya, ante el toque de sus propios versos.

¿Ves que el reloj fue vano
y en vano su mal deseo?

Entras ahora en mi alcoba... penetra el vapor de tu esencia de caoba; vuelan tus besos de lima y estallan dentelladas de cedro...

Burlamos otra alborada al tiempo.

Huelo a ciruela y campo abierto, abierto a ti; al sabor del mutuo desasosiego.

Huelo a ti: a verdad;
a menta; la suerte de una diosa...

Huelo a ti
otra alba;
otra noche.


A ti, real.


Amor real de amor eterno.

 

QUÉ DE EXTRAÑO 

 

Y que de extrañó tendría ahora,
que me dejará llevar,
por los febriles encantos de ese, rostro y cuerpo tuyos...
Si con palabras vestidas de distancia,
pero ataviadas de besos en versos.
Y entregadas a veces, como rosas en prosas...
Siempre puntuales.
Siempre a tiempo.
Aún sabiendose,
tan solo virtuales.
Llegabas a mi alma y te instalabas en ella,
en las partes de ella,
en las diminutas partículas de su invisible, pero real existencia...
Nada quedaba afuera de lo sublime, cuando hablabas de tanta cercanía en la distancia.
Cuando hablabas cobijando mi cuerpo cansado, por mi camino andado.
Y sin pretensiones sinuosas,
me dejabas bien claro que tú palabra mi herida curaba.
Y que de mi pasado en adelante, solo tu alma en la mía reinaba...

Y que de extrañó tendría ahora,
que por fin teniéndote en frente, con tus manos tocando las mías,
tu sonrisa envolviendo mis días,
y que con tus ojos tan bellos me miras,
sucumbiera en el encantó de tu cuerpo y de tus besos,
en el deliro sabido de tus ansias y las mías,
que se acompañaban siempre al llegar la aurora.
Pero jamás nunca, ni hoy ni siempre,
fueron tan reales como ahora.


Ahora que te veo.
Que descubro el rostro y la forma tus manos.
Que de extrañó tiene que te ame y que te vuelva mía...


Si te conozco desde siempre.


Yamel Murillo / Ramon Ortiz


Alegorías de un marzo decimotercero®
Amantísimos.
Las Rocas del Castillo©
D.R.2017