Hugo Emilio Ocanto

*** Dolor silente *** - Prosa - - Autor: Kavanarudén - - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

En el silencio de aquel templo solo se escuchan sus pasos.


Completamente de negro, avanza hasta el altar mayor.


Elegante, hermosa como siempre, delgada figura que al compás se mueve.


Un velo cubre su rostro, pero no puede ocultar su angelical rostro, sus ojos profundos, sus labios carnosos, su frente amplia, sus cabellos ébano puro. Ni rastros de maquillaje, digna y elegante.


Se arrodilla delante del Cristo que parece acogerla en sus brazos abiertos y sangrantes. Al pié de esa figura fue bautizada, hizo su primera comunión, confirmación, matrimonio….y presidió un funeral importante para ella, más que los otros que ella había asistido.


- En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo - Se persigna -


Eleva sus ojos y solo veo sus labios moverse. Una lágrima recorre su rostro. Lento atraviesa aquella tez divina como queriendo respetar su dolor.


Ligeramente se curva, alza su velo y se entrega al llanto. Todo parece detenerse en aquel momento. Gime su alma, desahoga su pena cual dolorosa al pié de la cruz. Un tenue rayo de luz entra por el rosetón principal dando un aire nostálgico y triste. Aroma a cera derretida fluctúa en el ambiente mezclada con incienso.


A cierto punto alza la mirada que se encuentra con la del Cristo. Diálogo de dolor, pena y muerte, mientras sus lágrimas son ahora más abundantes.


¿Por qué? - le escucho preguntar -


Su voz se hace un susurro que pronto ahoga cerrando sus ojos y apretando los labios como queriendo ahogar un grito, un lamento.


Me conmueve aquella figura. Es el cuadro perfecto del dolor que no tiene color, sexo o condición….edad.


Mientras calan las tinieblas las luces de las velas alumbran aquel santo lugar.


A cierto punto se levanta, se vuelve a persignar. Media vuelta y se dirige a la puerta. Cubre de nuevo su rostro con aquel sutil velo angelical.


Aún resuenan en mi mente sus tacones dirigiéndose hacia la salida. Su figura excelsa, su andar lento como llevando un peso, el peso de la desilusión, del dolor, de la muerte que suele pesar más que un quintal. Admiré y amé aquella mujer que llevaba digna tanto penar con una fuerza viril, magistral.