En esta navaja de morir para vivirnos procazmente,
De separarnos por habernos encontrado,
M e e x p a n d o o r g á s m i c o e n l a s o n d u l a c i o n e s ,
Frente al estanque donde sonríes y te fundes.
Crecemos en costumbres -uñas y pelos del mismo muerto-
Hasta ungirnos en el abrevadero de los sexos, en caldos del amanecer,
Con un crimen magistral, un amor que abrase
Cada rincón de nuestras pantomimadas existencias.
Pura duplicidad de este candor quiromante, mensajero.
Amarre que une el fuego a lo que le sostiene ardiendo,
Sin que sea aguas intrépidas y la pendiente que las desciende.
Pero en la quietud no se construye el equilibrio.
Y sin exilio no habría huellas qué borrar;
Y sin persecución se acallarían las confesiones.
Henos aquí para inventar -felices principiantes-
La alquimia de las bellezas;
Y posponernos
Por un rato más
La indeleble madrugada.