alupego (Ángel L. Pérez)

MEMORIA

 

Una cuchilla de fuego,
atravesó la mañana.
Cauterizando los sueños,
que tranquilos paseaban.

Quedo se quedó, hierático.
Petrificado el semblante.
Extrañamente sin alma.
Permanentemente huido.
Diluido en los vapores.
Como promesas segadas.

La mar replegó su fuerza.
Encogida en su grandeza.
Sobrecogidos los seres.
Envueltos en la tibieza.
Presos en profundidad.
Como reos en cadena.

Broto la sangre furtiva.
Como noches sin cadencia.
Sembrando vidas ajenas,
en sus siniestras laderas.

Ecos de voces sin bocas.
Sonidos que nunca llegan.
Atardeceres en llamas,
sobre las colinas negras.

Quedos rezos sin rosario.
Sin barnizar los aleros.
Ennegrecidos saludan,
mientras va llegando el duelo.
Pálida vela humeante.
Tambaleantes senderos.
Las flores en el corral,
se arrugan como pellejos.

Se fruncen con muecas recias,
los labios de la agonía.
Un rictus de mármol blanco,
despidiéndose en el cielo.
Fuentes saladas recorren,
los ojos del cementerio.

Una cuchilla de fuego.
Rajando la madrugada.
Seccionó todas las penas.
Burlando todos los sueños.
Los vientos se replegaron.
Al ver llegar el infierno.

Solo un resquicio de luz.
se esconde entre los abetos.
A. L.
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