William Irving Howard Lopez

\\\\\\\"Bienvenida a Darío\\\\\\\"

Los carruajes se han detenido,

entre el sol naciente y el desconcierto,

un grito crispa los tímpanos,

¡Quien detuvo la caravana….! 

del principal de los coches 

una voz circunspecta responde:

“Es el poeta Rubén que suspira por las flores…”

 

Una niña, canasta de palma en mano,

levanta la ofrenda; rosas, resedas y sacuanjoches

ante las cuales el panida ceremoniosamente

se inclina y bebe a lentos sorbos;

el abrazo del amigo,

el beso de la amada,

la mano del guerrero…

El gesto de la flor agradecida.

 

Al lado del camino real

junto al cerco de piñuelas,

a orillas del  ranchito de humilde armonía

el padre y la madre se incorporan al sencillo retablo,

depositando sus respetos  entre las flores

de la canasta de pleitesía.

 

El homenaje inesperado se ha anticipado

al protocolo que aguarda en el parque central,

donde el alcalde,

junto a los invitados especiales,

espera nervioso al insigne visitante

mientras ajusta su larga corbata

a su honorable nomenclatura

y repasa insistentemente su discurso oficial

de bienvenida.

 

El tiempo, en un silencio reverente,

espera con paciencia en la vereda

hasta que  el celeste de las letras

ordena proseguir el camino;

¡Continuemos corceles!

¡Continuemos caballeros!,

que  más Masaya hidalga

nos espera rebosante de vigor,

pasión y raza con la que plácidamente

ha teñido mi sangre

y dulcemente hechizado mi corazón.