Fer...

Desnudez

 

Entre las calles la encuentro, quería desapercibida pasar, no le fue posible ante mis ojos; miré alrededor y noté que ante los demás ella era un adorno en ese paisaje, a lo más, despertaba curiosidad.

Ella se veía voluminosa, demasiado, con este calor cargaba bolsos y sobre sí mucha ropa, su rostro apenas visible entre gorros y bufandas solo destacaba esa mirada que, al cruzarla con la mía, gritaba, llamaba.

Su desconfianza, fue un freno a mi acercamiento. Fui viéndola día a día, al tercer día ya me saluda con un gesto de cabeza y una sonrisa. Sin darnos cuenta estábamos sentados conversando. Noté que sus ojos eran de un café brillante, su voz de una femineidad notable, sus manos delicadas, casi frágiles desentonaban con su figura. Comenzamos hablando de lo rutinario, lo formal, el tiempo; y pasamos de ahí a la política, al medio ambiente, a los derechos de los mapuches, de la juventud.

En general hablaba de esperanza; hasta que en una tarde, le dije: “Amiga, que me dices de ti”, sus ojos se humedecieron, trató de sonreír y no pudo, hasta creo que se sonrojó, luego de suspirar me dice:

“De mi nada hay que decir, ya ves, soy insignificante, no existo para nadie, creo que tu estás loco, o que no existes aquí a mi lado” – en ese momento puse mi mano en su hombro y sonreí, noté que fruto de tanta ropa no pude sentir su cuerpo , ella prosiguió- “Soy tan mala, fea, he causado tanto daño, tanta decepción, que no merezco que nadie se fije en mi, nunca me amarán” – al decir eso, comenzó a quitarse la bufanda y uno de sus gorros, su rostro era moreno , terso, de una luminosidad que hacían resaltar las lágrimas que empezaban a caer- “tu y tus preguntas, ¿quieres burlarte?” -mi vista fija en sus ojos le animó a seguir- “¿que quieres saber?”,- lo que quieras decirme , le respondo- “soy culpable de tanto dolor, he engañado tanto, he decepcionado a mis padres, a mis hermanos, a mis hijos” – mientras hablaba, se sacó el abrigo que portaba- “soy una loca que se deja llevar por sus impulsos, sin medir consecuencias; una vez fui casada, con buen marido, aunque indiferente hacia mi, no recuerdo que me haya dicho que me amaba..”

Así por horas, empezó a sacar de si sus dolores, sus traumas, sus miedos, y con cada frase fue dejando a un lado cada ropa que cargaba innecesariamente; noté que la gente que pasaba se fijaba en ella, sorprendidos de tal escena. Ya sin gorro, su pelo negro y brillante cubrió sus hombros, solo quedaba en ella lo suficiente para mostrar un cuerpo hermoso, no de aquellos de vitrinas, sino aquel de pueblo, de mujer amada y deseada.

¿Qué llevas en esos bolsos? pregunté, sorprendida, los miró….y me los mostró, uno llevaba noticias pasadas, y el otro anuncios futuros, papel solo papel; ya de pié, sin lágrimas, era más alta de lo que creía, me preguntó. “Crees que es necesario tanto peso?” - encogí mis hombros, ¿Qué dices tu?- “Creo que ya no!!!!!!” -y empezó alejarse, vaciando sus bolsos, dejando tanta ropa de más que llevaba, creo que la vi voltearse y saludar con la mano, creo, porque entre tanta gente no pude distinguirla bien.

Pasadas tres lunas, y caminando con mi compañera, la volví a ver, venía de frente hacia nosotros, agraciada, su cabeza erguida, andar libre, orgullosa de si; la miré y sonreí, no me vio….mi sonrisa siguió en mi, sonreía con satisfacción, mi compañera me mira y pregunta: "¿Porqué sonríes?"..le abrazo, acelero el paso, y digo:

Sabes que muchas veces cargamos con ropas innecesarias, los miedos y esas cosas, que nos hace difícil caminar, que nos quitan agilidad, deberíamos andar desnudos, así seríamos más libres, ¿no crees?; -ya sales con tus locuras -, me dijo. Y nos fuimos en la noche, abrazados….. a liberarnos.