Juan Pablo Perez

SonĂ³ mi guitarra electrica

Pocas veces entraba al escenario sin estar drogado o borracho, es la vida de un metalero, concierto tras concierto.

 

Una noche al borde de la terraza de un edificio, mi cuarto destrozado, mi guitarra en mis manos y el amplificador al 100% del volumen, rugía mi guitarra en notas altas, cortantes... Tan cortantes que podían atravesar tu alma y seguir con tanta potencia que desangraria la realidad...

 

Rompiendo el silencio a pedazos rasgo las vestiduras del sentimiento que sostiene tu alma, bajo al infierno para destrozar las nubes de azufre que contaminan la visión del hombre que en el Mosh no puede respirar, le doy el último aliento al pobre viejo que yace en una cama y una rockola vieja desata el destino de mis notas repalpitando su corazón muerto... Destruyo el silencio a mil pedazos nota por nota, desafiando al mundo al erizar su piel y que se levanten los muertos, caminen entre nosotros y levanten sus manos reclamando ¡Rock!

 

Rugió mi guitarra con fuerza al vacío...

Corría una gota de sudor lentamente por mi frente, mis pantalones ajustados a punto de romperse, mi pecho descubierto y... Mi corazón drogado de adrenalina ¡PIDE MÁS!

 

Comencé a sentir como las cuerdas se calentaban, mis dedos sangraban y mi amplificador retumbaba a rojo vivo, mis ojos rojos miraban al más allá... 

 

Cogiendo mi guitarra de su cuello estrello su cuerpo contra el suelo enloquecido por la ira del rock, saltando con el mástil de la guitarra en mis manos reviento de ira, grito, me retuerso en el suelo con mi rostro rojo y lágrimas saliendo de mis ojos, víctima fue mi amplificador al ser recibido por patadas de furia, saltaba entre escombros de cosas destrozadas dejé de sentir el suelo y caí, caí al vacío... 56 pisos hacia abajo y en el aire... En el aire seguía en la euforia de rock...