Alfredo Daniel Lopez

Mientras dormías -relato corto-

 

Mientras dormías


Dormir contigo arrecostada sobre mi pecho, con tu media melena rubia que te cae coqueta sobre una parte de tu rostro, no es solo un placer, es una verdadera bendición.
Así, sintiendo el calor de tu respiración acariciar mi rostro, sintiendo como se entremezclan mis manos con las tuyas, mientras suavemente te hablo o mejor dicho te susurro con ternura al oído, mientras te repito una y mil veces \"cuanto te quiero\", y percibo como suavemente te vas durmiendo, casi sin darse cuenta, con tu cabeza cobijado en mi pecho. Confiando que ese caluroso contacto de nuestras cuerpos te da la seguridad y la calma para entregarse confiada a los brazos de Morfeo, me confirma amada mía una y otra vez, \"cuanto te necesito y cuanto te quiero\".

Tus manos ahora cálidas, mágicas y siempre blancas -¡cómo me encantan esas tus manos blancas!-, me muestran esos dedos que tanto adoro: alargados, esbeltos, delgados y suaves; dedos que reposan libremente sobre mi cuerpo, que aún estando dormida tu cuerpo y tus manos inquietas se mueven, siendo yo el feliz depositario de esos movimientos, que supongo son alegres bailes que haces desde el mismo Olimpo.

Te veo, te miro, te observo nítidamente, y compruebo con dicha y con placer que estás completamente libre. Te siento entregada a tu sueño y ese tu rostro dormido es un espejo de esa tu alma feliz... y yo, también me siento feliz, percibiendo aquella sensación de vivir en mi propio cielo, de estar ya en mi paraíso terrenal, de gozar de la paz que solo Dios sabe dar.

A todo esto, contigo ya dormida, acaricio suavemente tus cabellos de oro, haciendo en mis dedos ovillos con tus rubios cabellos, en un sano intento de no dejar parte de su bello cuerpo que no hayan recorrido mis profanas manos.
Mientras yo, que continuo despierto te observo y disfruto de ver como profundamente duermes, y te voy contando mis penas y alegrías, mis temores y aquellas mis batallitas de cada día, pues aún estando dormida y entregada al mundo de Somnia, sé que mi voz te sigue acurrucando y mis brazos protegiendo, y mi alma embelleciendo ese mundo mágico que te toca noche a noche visitar. A mí me queda la certeza, que la esencia de lo que te cuento cada noche, en tu alma siempre ha de anidar.

Pasados ya muchos minutos, te dejo que te coloques en la cama como cuando eras niña, que hagas la \"postura de la cuña\", mientras con placer veo esto y mi alegría y mi amor resuenan de nuevo en nuestra habitación.
Allí, en ese preciso instante, en aquella blanca cama, muda confidente del amor que cada noche profesamos, compruebo con satisfacción que todo el amor que le tengo dado, no solo te lo di en el sexo, sino que te lo sigo dando mientras duermes, y cuando con la luz del nuevo día cuando el sol tímidamente aparece, un silencioso beso mío otra vez a tu corazón estremece.
 

Un beso y una flor
Alfredo Daniel Lopez
16 - 02 - 2018