Hugo Emilio Ocanto

*** Canción de Omar *** - Poema - - Autor: Francisco Aznar - - En la voz de Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

De mi infancia recuerdo las horas

en que junto al gran mar me encontraba,

y mi madre, al sentir que lloraba

preguntábame: Omar, ¿por qué lloras?

 

No sé madre. Vi un barco lejano,

en las brumas del mar disiparse

y pensé: Si pudiera alejarse

tu Omar, lejos de todo lo humano.

 

Si lograra llegar a esa estrella

que en la noche, muy débil, titila:

¡Cuánto el goce de mi alma intranquila

en región celestial y tan bella!

 

Pocos eran, muy pocos, mis años,

cuando un barco me vio marinero

y mi madre me dijo: Te espero,

Volverás a llorar desengaños.

 

Fui en mi vida viajero del mar.

Al ser hombre sentí gran dolor.

A mi novia dejé y el amor,

muchas veces, causó mi llorar.

 

Vieja mi alma está. Mustia y yerta.

Hoy contemplo pasar a mis años.

Volverás a llorar desengaños.

Yo te espero. Mas, madre, estás muerta!

 

Siempre fui por los mares el mismo,

el que junto al gran mar se encontraba,

y no pude sentir lo que ansiaba

e invadióme muy cruel pesimismo.

 

Hoy yo pienso en mi vida viajera:

¿Por qué fui por los mares, errante,

y dejé a mi novia, anhelante,

y a mi madre que arriba me espera?

 

Si lograra vivir nuevamente

y supiera que el hombre es el mismo

en el mar o en su patria, el pesimismo

no hubiera surgido en mi mente.

 

Pocos eran, muy pocos, mis años,

cuando un barco me vio marinero

y mi madre me dijo: Te espero.

Volverás a llorar desengaños.

 

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Francisco Aznar, mi padre, erudito, matemático, historiador y poeta, se erigió entre 9 hermanos, hijos de mis abuelos españoles: Carmen Murcia y Pedro Aznar, inmigrantes analfabetos, que escaparon del hambre y la falta de trabajo acaecida en esa época en Europa, a principios del siglo pasado. Llegaron de 16 y 18 años. Mi Patria sólo pidió sus nombres y les regaló campos en Bragado, donde criaron caballos de carrera e instalaron una granja.

Papá, dulce, humilde y manso, realizó sus estudios secundarios en Bragado, apresurando la obtención de su título dando años libres, estudiando durante los veranos ya que trabajaba duramente en el campo de sus padres. Fue premiado con una medalla de oro por ser el mejor estudiante.

Tomó como discípulo a su hermano pequeño, Juan Carlos, 20 años menor.

 

Mi padre enamoradísimo de su esposa Esmeralda y de sus hijas nos instruyó a mi hermana Nora y a mí, como si hubiera sido docente. Su alma sencilla y muy sensible, se quebró durante algunos meses escribiendo una inmortal Poetización de Heráclito. Mi madre optó, siempre práctica, en esconderle, hasta su restablecimiento, una máquina de escribir Olivetti, usada en esa época y lo volvió a la realidad.

Beethoven, Claro de luna, como a ti te gustaba, papá!

¡Hoy en la voz de Hugo Emilio Ocanto, le rindo este Homenaje!