Las pocas ganas de despertar de aquel alargadísimo ritual.
Las pocas ganas de amar de quien te despeina al azar,
te entreteje en sus dedos,
te mete entre las sábanas y te abandona allí.
Las pocas ganas de querer crear horizontes del revés que tanto había estipulado.
Las inexistentes muecas del placer que resultaba lo cotidiano.
Me estás matando poco a poco, arrugando mi papel,
abatiendo este desalojo,
la añoranza,
hasta desprender.