ALVARO J. MARQUEZ

LOS MOTIVOS DEL VIENTO

\"Queda la nostalgia, el dolor,/ el olor que me dejó tu compañía/ no se ven rastros del amor/ o de que el viento sopló un día\".

 

Acompañaba casi siempre mis mañanas,
escuchaba su bramido en las ventanas
y soplaba fuerte y en ocasiones furioso.
A veces era suave brisa, muy ligera ella
y la canción que oía era justo aquella
que la hacía soplar como tornado... celoso.

 

Celos por saber que yo te quería así, tanto,
que para mí hasta sus soplidos eran un canto
al sentimiento que reinaba en mis adentros;
pero ese mismo viento insistente y taimado,
se convirtió con el tiempo en un gran aliado
acompañando cada uno de nuestros encuentros.

 

Te despeinaba y te hacía lucir siempre hermosa
o te subía el vestido para que mi mirada curiosa
no perdiera de ese instante ni un solo detalle.
A veces soplaba más fuerte y ahora se me antoja,
que era para que viéramos juntos caer la hoja
del árbol aquél que identificaba nuestra calle.

 

El viento iba y venía, nos gustaban sus soplidos,
en ocasiones llegamos a creer que eran dirigidos
a remover el polvo triste de nuestros corazones;
estaba tan a tono siempre con nuestra situación,
que hasta refrescaba la arena, que era el colchón
para soñar y darle libertad a tantas emociones.

 

Un día ese viento dejó de soplar, se nos marchó
y tu cabello nunca más por su culpa se movió
y quedamos presos de un silencio desesperante.
Nos dio miedo a aquella calle del árbol volver
y tristemente sin sentirlo soplar ya no saber
si acaso estaría soplando quizá más adelante.

 

Ya mis ventanas al amanecer nunca sonaron
y las notas de aquella canción se escucharon
pero ya no había un viento que nos celara...
Y aquel vestido que conmigo solías ponerte,
no volvió a brindarme más la singular suerte
de que ante mis ojos de pronto se levantara.

 

Es que a ambos se nos acabó el sentimiento
y de eso se percató con rapidez el viento
que luego nada se demoró en reaccionar;
si nosotros, que parecíamos amantes eternos,
no encontramos más motivos para querernos,
entonces él tampoco los encontró para soplar.

 

Original de Álvaro Márquez
Caracas, Venezuela
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