Nasdlo F. Real

La Difunta

Me basta tu silencio para entenderlo todo,

hace ya bastante tiempo

que la gente del pueblo lo venía diciendo,

yo no lo creía

preferí jugar al ingenuo

antes que vivir en un infierno.

 

Eras la más hermosa,

la pura y la casta.

Eras la envidia y el deseo

¡de todo este maldito pueblo!

Qué decir de los años aquellos

cuando era la inocencia

la virtud que no se compra,

y el beso tierno

el amor que no se vende.

 

Era tan fresca la leña

y tan ruidoso el río.

No tenías por qué hacerlo

si tus besos eran sólo míos.

Yo puedo guardar silencio

pero no así

la paredes de nuestra casa,

ni el eco de aquella promesa

de la palabra acertada 

y del secreto indecoroso

que rebota en los altares de una iglesia.

 

Dios me lo permita,

Dios que me perdone.

 

Yo te amaba,

y los domingos

cuando a misa te acompañaba,

a  Dios agradecía

el tenerte a mi lado cada día de mi vida.

Pero el mismo Dios  que me perdone

pero no a ti, ni al padrecito de la iglesia.

Y pensar que fue él

quien ante Dios nos había casado.

Y que tras el mismo altar

por los santos custodiado

estuvieron los amantes escondidos,

confesando su pecado

y consagrándose ante el divino.

 

Y no sé qué pecado sea más grande

si el tuyo al engañarme

o el mío, que de sobra sabes.

Y no quiero hablar del boticario,

ni del panadero, ni del carpintero.

Prefiero verte callada

y a todos ellos disimulados.

Escuchando cada campanada

como señal de que su tiempo ha llegado.

 

¡Fue bonita misa del señor cura!

se refirió a ti

como “la señora de fulano de tal”.

Que fue arrastrada

por las aguas bravas del río,

y entre las piedras

tuvo un trágico final.

 

La gente sabe, disimula y calla.

 

¡Pero que detalle del panadero!

me pide que lo deje dar el pan para tus rezos.

¡Y qué decir del carpintero!

mira al pobre desgraciado

se mira desolado

creo que le hizo mal saber de tu deceso.

 

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Cómo pasa el tiempo

entre entierros y lamentos.

Mira ahora

que triste se mira la iglesia

sin la sonrisa del padrecito,

sin el ahogo de mi esposa

y sin los rezos de la gente argüendera

¿Y qué será de los enfermitos?

sin el boticario que los atienda.

 

Dios ha sido cruel con el pueblo

y benévola contigo,

te los ha llevado toditos

allá en el infierno

uno por uno,

a menos de seis meses de tu entierro.

 

El boticario y el panadero,

el padrecito y el carpintero.

Mira que este pueblo se está muriendo.

Ya no hay chismosas

y nadie me señala con el dedo,

solo quedan ahora

unas cuantas viudas revoltosas.

 

Es esta pues mi condena.

 

Pero yo no tengo la culpa

soy un humilde campesino

que dejó de servir a Don \"Beto\"

para ponerse a la orden del creador,

soy solo un perro 

que ha cambiado de dueño.

...

 

Los niños lloran a sus padres,

y este pueblo es cada vez más frío,

no hay quién atienda sus necesidades

solo les queda pedir a Dios

que termine con su pena.

El río de pureza los ha limpiado,

desde arriba del monte

uno por uno  

fueron todos arrastrados.

¡Ah que caray!

 

La gente sabe, disimula y calla.

 

Aún visito aquella iglesia,

platico con Dios y me aconseja

-Hay que limpiar este pueblo impuro-

me susurra siempre en la oreja.

 

Pero algo pasa

que ya nadie me mira,

ni me señalan con el dedo,

las chismosas del pueblo

lloran por su pena.

Pero que te puedo decir

si no hay nada que tú no sepas.

 

Ya llegará mi hora

y nos veremos nuevamente.

Mira que te he traído rosas

te las has ganado

ahora que te portas tan bien

y no sales de casa

\"Eres toda una señora de hogar\".

Vieras que de pronto me siento cansado

pero estoy tranquilo

y aunque estoy un poco cambiado

aún faltan muchas cosas por hacer.

Aún falta visitar al herrero

y está a punto de anochecer. 

 

Así que bueno, me tengo que ir

ya sabes que sigo con lo mío,

sigo yendo al monte a cortar leña

y suelo juntar las piedras

…que va arrastrando el río.