Jorge Briceño

Se me olvidó tu rostro

Debí haberme golpeado la cabeza  sin querer, o más bien, seguramente me caí queriendo ya no hacer memoria de ti.

No sé como, que ni cuenta me dí; pero ya no recuerdo tus manos,

ni tu vientre plano,

ni tu piel al sol del mediodía, ni que de tus mejillas yo un era esclavo.

El tiempo me ha sabido decir al oído -y sobre todo-,

en voz baja, como si se tratara de un homicidio del pasado,

que la catarsis ya he alcanzado.

Se me olvidó tu rostro y de paso,  también, el amor.

Pero no el amor otoñal del pasto, en donde el rocío me dice cosas que ni al espejo me digo; me refiero al amor volátil, aquél del mismo teatro en donde tantas veces actuó -si, ese mismo-, el que fingió ser cometa y enardecido de necesidad,

tan solo en las tardes le dio por pasarme a buscar.