Te parecés a la muerte,
a un milagro
con tu piel de soles,
de roble
y tu boca de verano.
Arden mis dolores
mientras te vestís de agua dulce.
Me ahogo en tu ombligo
y se llenan de vos mis pulmones.
Te toco
como a una Virgen:
con fe y temor;
y tu nombre abandona mi boca
como una oración
que cumple sin promesas,
que hace de tu cuerpo el pan
y de tu sangre el vino.