Julio Antonio B. De los Santos Peregrino

Crónica de mi llegada al mundo

Recorría el aposento

redondo, hermético, sombrío

en el centro de mi hogar

sin conocer lo que era el frío

ni los  retratos de mis miedos

atado de una dócil serpiente su cola

portadora de vastos ríos

mientras escuchaba el sonido

lejano de una princesa cantar

y un minúsculo tambor soñoliento.

 

Plácido reposaba entre sueños

y retornantes jinetes del océano

contenido en el salón central.

Imaginé el exterior lleno de cantos

en boca de aves inflando sus pechos

guiándome a las puertas de un palacio.

Oía a los gigantes discutir mi llegar,

trémulos ruidos perturbaban mi espacio.

Yo reanudaba mi dormir en calma

aunque el lecho se volviera pequeño.

 

Habían ultrajado la paz de mi casa

con un amanecer manchado en sangre.

Me atrapó un hombre y usé mi llanto cual escudo

en vano al ver caer a mis augurios.

Mi madre como en una brasa gritaba

suplicándole a dios que el momento acabase.

Observé qué era la tierra y me vi desnudo

¡Y también a mi posesión arrebatada!

Entonces habló quien sería mi padre:

hijo,  sé bienvenido al mundo.