Adrian VeMo

Mujer de Céfiro

 

A la chica de los ojos callados

 

“Si tu eres música, yo soy silencio...”

 

 

Una vez soñé con serpientes,

perdí mis zapatos.

Desnudo

sin hojita de parra,

cabizbajo

azotado por la indiferencia del viento,

cuando quise volar

el cielo tenía alambres de espino.

Me arrastré convencido, como un gusano,

que la tierra mojada en su silencio

cobija raíces dormidas

y que despiertan a la llamada del sol.

En mis muros habitan siluetas de mujeres,

de esas paredes trasudan sombras

caigo de espaldas

por una catarata melancólica.

 

¡¿Por qué no se callan esas sombras

cuando me hablan tus dedos?!

Aun así tus dedos tiemblan en la ribera de mis oídos

como un idioma inexistente y frágil

como un rayo en su segundo ubicuo.

 

No te he visto más que en un onírico arco iris

filosofando sobre el color de los sonidos.

Me pregunto

qué tan melodioso

puede ser el verde en las cuerdas de un stradivarius

o de la armonía agridulce del violeta en tu piano

pregunto

porque la música tiene sabor en el paladar del oído.

 

Cuando te vi

subías un árbol invisible

y te hiciste viento

mujer de Céfiro.

Yo en cambio era silencio en las praderas

una avecilla que su canto no colmaba el dolor de las hojas.