Moisés Sánchez

Confesión de un alma

Trato de ver mi reflejo en la hoja.
Tengo la necesidad de ver mis ojos marchitos,
mi voz en tono sumiso 
no dice más que esta soledad me destroza...
mira que es muy tramposa:
se burló de mi,
jugó con tu recuerdo 
pues tomó forma de ti.

 

Mi esfuerzo ha sido en vano,
tu perfume me asfixia,
tu silueta me crucifíca 
y las teclas de un piano 
condenan a mis manos a ya no escribirte.
A ya no inmortalizárte con delicia.

 

Es la mejor forma de torturárme:
escribirte.
El la peor manera de socorrérme:
recordarte.

 

Busco estar tranquilo,
ya no extrañarte tanto
aunque, con pena te confieso
que el llanto es mi efímero resguardo;
mi cuerpo entró en un limbo entre la castidad y el abandono,
¿qué he de hacer si me siento solo?,
patético sería buscarte entre otras mujeres,
miserables serían mis manos si no te esperaran...
si al tocarte no te dicen que te quieren.

 

He perdido el equilibrio entre lo que soy y lo que escribo;
no sé si mi tintero te dió vida,
o si tú le diste sentido a la mía.

 

Ha pasado un mes desde tu partida,
no había escrito nada desde entonces,
sin un motivo no lo hago, me conoces,
tanto así que sabes que mis manos se rehusaban,
no querían invocarte y que las letras se conviertan en abismos por donde mi alma caía;
y al caer, mis ojos soneían
pues aunque falso,
me perdía en tu mirada de nuevo.

 

-¡Con un demonio!... me ahoga tu recuerdo
-El llanto te hundirá
-De ser así, ¡quiero que lo haga!
quiero llegar al fondo de lo que siento 
y entrar en aquel recuerdo que tanto he mencionado 
-¿Aquel donde la amas?
-... aquel donde no me ha abandonado.

 

Quiero que este poema sea el más triste que un poeta pueda soportar,
que el desasosiego sea el después del todo,
que mi pluma se rehúse a bailar con la hoja y con lo que siento...

 

Tantos lugares se hicieron nuestros.
Tantas farolas nos dieron luz mientras yo me entregaba a ti con un beso,
tantos recuerdos...
tan incontables son que han decidido correr por mi mejilla para darme el calor que mi piel necesita.

 

-Si tan sólo supieras lo injusto que es el cerrar los ojos y que me reciban sus labios
-¿Cómo puedes soportar tanto?
-En cada suspiro doy fe de cuánto la amo
-¿Y para qué admitirlo si ella no sabe lo que has sufrido?
-La luna, a veces, me da brillo cuando escribo, esta noche he sido afortunado pues mientras lo hago,
élla lo lee y se lo dice al oído, la contempla con la añoranza con la que yo lo haría.

 

Aún no sé cuántas vidas tuve que pasar para encontrarla, 
nosé cuántos purgatorios tuve que pisar para que ella me salvara...
Muchas vidas he invertido en ella,
y aunque quizá
de mi dolor nunca se dé cuenta,
no dejaré de ser el alma inmoral
con el que su cuerpo de diosa se desea entregar...
quién sabe,
quizá en otras vidas la vuelva a encontrar.