yito

Pordiosero.

 

 

 á

 

Camino al trabajo  con el paso lento

por las calles grises que pinta el invierno

como tantos días fui cruzando el pueblo

con el sol despierto, entibiando al viento.

 

Estaba en el banco de ajádas maderas

tendiendo su palma, por unas monedas.

Había en sus ojos ruegos de silencio

por tantas miradas en que hallo desprecio.

 

Al dar la limosna rozaron mis dedos

las alas de  un ángel que bajo del cielo

y perdí la urgencia del trabajo serio

me quede en el banco,  hurgando recuerdos.

 

Supe que la calle desde hacía un tiempo

le brindo el refugio que los ojos ciegos

de aquellos que miran rezándole al cielo

le fueron negando por ser pordiosero.

 

Montando en  el viento su madre una tarde

se marchó entre lirios, sin color ni aliento

buscando a su padre que vino del monte

y murió en la villa, con sus sueños muertos.

 

Tiene  la miseria tantas flores grises

como tantos hombres dicen que no existe.

Dos nietos nos trajo de su sangre ardiente

y dos que en la calle, recogió sonriente.