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La humanidad y yo

siempre nos estamos domésticando, el mundo es nuestro gran zoológico y para visitar otros países todos hablamos el mismo idioma: el dinero.

Humano, pobre humano condenado a ser humano, condenado a ser solo uno mas y saberlo y encima saberlo.

Condenado a ser humano sin que nadie sepa lo que es y todos te digan lo que debes hacer,

todos estamos perdidos, ¿tenéis miedo a decirlo?, ¿hay alguien ahí?, la persona es como un náufrago entonces como vamos a hablar de humanidad, si cada uno esta en una habitación como en una isla, allí perdido, redimido, impotente, queriendo salir, pero se ha olvidado de pedir auxilio.

Se ha olvidado de pedir auxilio como los lobos se olvidaron hablar, y hablan las personas como aúllan los lobos; pensando si alguien les entiende.

Mejor sería enseñarle a los niños en el colegio poesía, la poesía de las pequeñas cosas, de las huellas que se convierten en charco, de la poesía de Neruda y las manzanas, y las berenjenas, de las bolsas de plástico volando en remolino.

La poesía hace ver las cosas de otra manera, nos hace ver que el mundo puede ser visto de otra manera, nos hace creer que por un instante vencemos a la realidad, que no nos sobrepasa.

El humano condenado a ser real y que aun así la realidad lo aplaste, como si se aplastase a sí mismo, como si el mismo fuese las manos que aplastan y lo aplastado,

la apìsonadora apisonada, el cazador que se disparó.

¿Hay alguien?, ¿me entendéis?, o soy otro humano aullando, otro naúfrago perdido en su isla como encerrado en su cárcel como el pájaro que fábricó su jaula.