José Miguel Henríquez

La muerte (la inmortal)

Su nombre causa los mayores miedos

en la carne trémula de los condenados mortales.

Sus sentencias son lapidarios designios sin previo aviso.

Sangre tempestuosa del viviente contra sangre sosegada del durmiente;

carne agitada del luchador contra carne sumisa del derrotado;

memoria inquieta del ser contra cenizas  póstumas del olvido.

La vida palpita indómita en los pulmones del soñador,

la muerte lo hace  en los huesos del pesimista.

La pugna inmortal entre dos reinas inmortales.

¿Cuando se cortará el hilo?

No quiero aceptar su inevitable  aliento

sin abrazar incendiariamente la necesidad de vivir intensamente cada segundo de estadía;

hacer explotar todas las extensiones de mi ser sin remedos ni cobardías.

Luchar para dejar un legado creativo en el mundo, combatir contra la codicia e ignominia de los poderosos y su régimen deshumanizado.

Vivir o morir; amar o morir; ser feliz o perecer en la oscuridad.

Armémonos de valor y corazón para abrazar el mundo con lo mejor que la vida nos dió.

Amén.

 

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