La Golondrina

Ayer soñé contigo

Ayer soñé contigo.
No fue un sueño maravilloso de esos que son tan perfectos que nunca podrían ser reales. Soñé simplememte que me escribías. Ni siquiera me decías que me querías o que tenías ganas de verme, era un mensaje sencillo y breve. Sin embargo, por lo que veo con el paso de los días, eso es tan improbable como cualquier otra cosa que imagine.

Porque sé muy bien que no lo harás. Más que por orgullo, por esa necesidad tuya de atención continua y de querer siempre situarte por encima de mí, de mostrarte interesante... y sobre todo, sé que no lo harás
porque piensas que acabaré haciéndolo yo.

Pero lo cierto es que ya estoy cansada de ese juego nuestro. Ese juego en el que tú finges ser la persona más guay del mundo y yo te sigo la corriente. Y esque eres tan superficial, tan poco... personal... que cuando intento mirar dentro de tí acabo mirando a través, porque tu voluntad de ofrecer una imagen perfecta... sólo te vacía.

Sin embargo, no del todo... porque sí hay algo en ti... algo que tira de mí como un imán. Algo en ese cuerpo esbelto y delicado que es como un poema que camina. Algo en esos fríos ojos azules, tras esa mirada distante y altiva, pero al mismo tiempo tan profunda, tan astuta...

Algo que cada noche me hace sentir la necesidad de escribirte. Hoy estuve a punto de hacerlo. En su lugar me escribí tu nombre en el pecho. Creerás que no, pero ayuda... al menos es una forma de sentirte cerca.

Cuando me desperté seguía ahí, sobre mi piel, pero difuminado e ininteligible... parecía una herida que sangra.