Alexandra L

Soledad

 

La fría soledad se viste de retazos,
araña la sonrisa, se esconde en los armarios,
la soledad camina cruza de cuarto en cuarto,
corre por los pasillos
y se detiene exacto en la ventana este,
donde entra el sol de plano.

Es tímida y esquiva, aunque a veces se asoma
y sueña con el tramo de la puerta al jardín,
del jardín dar dos pasos y tomar el camino,
para mirar despacio el color de la vida,
que llega tan lejano,
el olor de los campos,  el salitre del mar.

La soledad sonríe y se queda a tu lado
cuando lavas la ropa, cuando friegas los platos,
cuando a solas remiendas tu corazón rasgado
cuando cubres tu cama con ese manto blanco de algodón fresco y puro
que huele a tu cabello a tu cuerpo cansado.

Lágrima solitaria que en la noche hace estragos
y es la gota que ahonda el pozo de tu llanto
la soledad me llama, escucho su reclamo,
juntas sobrevivimos en este eterno ocaso.

La soledad es todo lo que abrazan los brazos,
me lo contó el intenso dolor desesperado,
la cruel desesperanza ese canto callado
que entre cuatro paredes agoniza de espanto.