Réquiem de un amor perdido
entre las inmortales agujas de las horas,
desgarrándose en estériles esporas
y desterrándose como un rey caído.
Antes de quemar con alcohol de su perfume
pesadas lágrimas de piedra y fuego,
Pare la luna desdichada la soledad que asume
Con los racimos pétreos del ruego.
Amor servido en el cadalso
ante la soga de dos fieros verdugos,
Que sobre sus brasas pisaron descalzos
que sobre sus besos clavaron tarugos.