Ivanna

Sin la sal del mar

Sin la sal del mar, ¿qué sabor tendría la vida?
Amargura y sequedad se atascan en los dientes,
nos montamos al carruaje de monotonía y egoísmo
para terminar parados al filo de un abismo
de tentadoras soledades casi inertes.
Sin el temple del sol, ¿qué color tendría la vida?
La ceguera con sus castigos siempre severos
nos priva de sentir ese familiar cosquilleo:
escondido entre los colores del óleo,
o en el espontáneo canto de los jilgueros.
Sin la altura del cerro, ¿qué vista tendría la vida?
la carencia de perspectiva nos acecha,
nos levanta por la madrugada cual pesadilla,
y temerosos de perder la cosecha o la semilla,
desconfiamos más del otro abriendo la brecha.
Y así, sin el mar, sin el sol, sin el cerro;
Con la monotonía, las deudas, la ignorancia
andamos día a día coqueteando con la gracia
y admirando la sencillez de un perro.
Sin amargura, sin ceguera y con perspectiva
se saborea de una vista amplia y clara,
no se despega de la naturaleza la cara,
la soledad inerte del abismo se vuelve viva.