Apyarathos

Triste aroma de besos y cigarrillos.

Se siente una vida construida sobre meses pobres, qué faltos estábamos de ilusiones que prometieran trascender tiempo y aún mejor, espacio. Fuimos consumidos por las llamas, las que apenas eran chispa diminuta la última vez que las miré. Sólo bastó una lágrima combustible para quemarnos las manos... Nuestras manos, aquellas que entrelazadas sobre vías en desuso fantaseaban con seguir trayendo otras tormentas de verano.

 

La desesperación y el desconcierto, un par labios rotos y cinco botellas sin licor o cartas... Mis bolsillos parpadean con la esencia de tu aliento, de los roces cáusticos, de los sollozos sostenidos, de las bellezas insomnes y las cobijas apretadas. Por supuesto, ahora no llueve.

 

Las montañas tampoco se mueven.

 

Y tu piel ya no me siente.

 

Y tu voz ya no me busca.

 

¿Qué tanto hay entre querer tomar el mundo custodiado por tus manos e irme en picada al concreto?

 

Una corta frase dicha sin verdadera intención, movida por el temor de no saber si es algo sempiterno o terminó en el momento en el que nuestros labios se tocaron.