Camino, tomado de la mano, con el aire,
 Que me trae y me lleva a su antojo,
 Entre, el verde placer de su frescor,
 Cuando penetra en mis pulmones,
 Y, el suspiro del desencanto,
 Cuando me invade, el vapor alcohólico…
 El entorno, se enciende, de color rubí.
 Se reflejan las luces, en el borde,
 Del tallado vaso de cristal,
 Y en la última gota de aguardiente,
 Permanece ahogada, tu mirada ausente…
 Ahí, surge entonces, esta estrofa
 Con auspicio de loco
 Con ilusión de oruga
 Con alegría de tambor
 Con el cálido ensueño
 Que al poeta, lo sujetan en la silla,
 Frente al tímido desliz, de una lágrima,
 En su envoltura, de papel perfumado,
 De mil sonrisas rodeado,
 Frente al gruñir endemoniado,
 Cuando se tiempla una tripa,
 Mientras se deforma la imagen,
 Ahora mismo, en la rasgada nube,
 De los humos fantasmales
 Bendito aquardens religioso
 Destilado en la frialdad del cáliz
 Que le hace sonreír a Dios
 ¡Cada vez, que llora el Diablo!