Edwin Kenys Chacón

Cuando Llueve


“Parece que va a llover”,
presagia el tero con su insistente canto
en un claro cielo azul,
aquella mala apuesta,
como jugador que todo lo arriesga.

 

Índigo amenazado por negro bizarro,
fue el augurio divino
del oráculo volador,
solo para aquellos crédulos,
en la sabiduría de los antiguos.

 

Besos de un bardo bohemio
entrega la lluvia al caer,
recitando con vasta inspiración
versos que vienen de su corazón,
trae al pecho ardiente de los hombres,
gotas de filoso diamante,
que cortan las tristezas escondidas,
escondidas, ellas, guardadas,
del escrutinio del implacable tiempo.

 

Cuando llueve,
queda en el alma una estela,
de la triste melancolía
de un inverno insensible,
en un dramático ataque
a la fragilidad de sus corazones.

 

Cuando llueve,
mansedumbre llega
al sueño que se convirtió
en un pensamiento imposible,
así como al ave que se viste
de esperanzas renovadas,
al sentir el placer de volar
por primera vez.

 

Cuando llueve,
¿quién ha de confiar en aquel día?
¿quién ha de tender sus sueños al viento?
¿quién ha de completar su obra?

 

Cuando llueve,
los luceros apenados
se esconden en el cielo,
y nacen caricias como flamas,
besos hechos de fuego,
entre paredes
que confinan a los amantes,
en una cadencia de amor,
que nadie puede interrumpir.

 

Cuando llueve,
ha de alegrarse el besa flor,
alzando sus ojos al cielo,
buscando a su noble autor,
para dar muestras de gratitud.

 

Un desfile de pasiones,
un derroche de amores,
presagió el tero
con su insistente canto,
en un claro cielo azul.