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Mujer detente

Florecen amapolas en las huellas que dejas.
La tierra se torna mágica al sentirte.
De la nada un árbol crece.

De este árbol se desploman frutos delicados,
deliciosos en su numen. Hechos están de ti,
de la esencia que dejas en el viento, en el suelo.

Otros cientos de pétalos florales aletean sonámbulos,
acechando tu cabello ágil, que va entrelazado al cielo.

Un hombre persigue el rastro que dejan tus flores,
se le desgarra el alma al aspirar los aromas que emanan.
Camina sigiloso entre las hojarascas del pasado.
Se mueve entre las fauces del libertinaje,
esquivando las mujeres que muerden con caricias.

Va raudo el hombre entre las cenizas de sus pasos.
Observa los aviones del cosmos, esperando señales.
Con la luz reflejada en la luna, ilumina el camino
en las frías noches. Se acerca tembloroso
pidiendo un verso o un cariño. Pero te esfumas.
Huyes dejando en el sendero flores indescriptibles.

Mujer detente antes del mar. El hombre no sabe nadar.