Julio Antonio B. De los Santos Peregrino

La tierra furiosa

Perdido bajo la sombra

menguan las bohemias aguas

con las esculturas del jardín.

Y el rumor oxidado del idilio

susurra cálida la hora

de abandonar la esperanza;

discreto y límpido oasis 

en el núcleo del silencio.

 

Recién dejaba la crisálida

creí algún día la mariposa

tendría un espejo en cada ala

y una sabana en el aleteo.

Pero retornó a sus viejas lluvias,

impotentes mañanas, la vena roja.

Olvidó la cuna y las faunas

e inmoló sus colores en un suelo yermo.

 

Aún nos queda una cosa

hija de temblores y volcanes,

promesa de un nuevo mundo

ajeno al diamante y los prados.

El hombre allí nació de la roca

el animal de sus restos y males.

Allá, donde en el rincón más oscuro

brota el oasis repleto de daños.