Pedro Crespo Refoyo

DESDE EL AMOR HACIA LA MUERTE

TENDRÍA que verte de nuevo erguida,

para poder disfrutar de tus pechos

enhiestos: luz de tu cuerpo sin brida,

que buscan, con afán, ojos maltrechos. 

 

   Ven, mujer, y coloca aquí, enseguida, 

tus dulces labios en ansia deshechos;

deja, al fin, que tu amapola florida 

recorra mi cuerpo sin pies maltrechos. 

 

   Dejemos, luego, que la sombra cubra 

nuestros cuerpos con su mano de azogue, 

como quien al aire pone su suerte. 

 

   Y, así entregados, que nadie descubra 

que, en tan alta entrega, es nuestro desfogue 

aguardar abrazados a la muerte.