Jana-Maia

Dama misteriosa

Y aquella tarde la conocí.

Bella dama encantadora

de mirada seductora.

¡Cuán flechado me sentí!

 

Y su aroma cautivante:

Rosas, magnolias, azucenas.

¡Cómo hierve en mis venas!

por tenerla tan distante.

 

Nunca entendí el por qué

su presencia causó en otros

una pena y mil sollozos

a sus pasos por doquier.

 

Yo en cambio la deseé

sin medida, sin zozobra,

desafiando cualquier norma,

delirante la amé.

 

La seguí por todas partes;

quise seducirla, quise hablarle,

con mi labia alabarle

¡Cuán magnífica obra de arte!

 

Mas a mí no me miró.

Yo no era su objetivo,

otro era el individuo

que su amor vil cautivó.

 

Y prendado quedé de ella,

la más sublime de las diosas

siempre calma y silenciosa

sobre  todas, la más bella.

 

Seguía yo todos sus pasos

 mi amor quería declararle.

Mas ella sin mirarme

se alejó de mis brazos.

 

Pero dijo antes de partir,

que no era mi momento,

que otro día suculento

ella habría de acudir.

 

Y la espero desde entonces,

en la puerta de mi casa,

torta,  café y dos tazas,

siempre presto y sin reproches.

 

Porque sé que ha de venir,

si por fin cambia mi suerte.

 Ya que el beso de la muerte

deseo por fin sentir.