Coty

Papá

 

Fuí a dejar flores a tu tumba fría,
 para complacer deseos,
de la madre mía.
Más, tú y yo sabemos,
no estás más ahí
entre piedras y guijarros,
has traspasado ese umbral
hace ya muchos, muchos años.
Puedo verte y escucharte
en momentos cotidianos.
Por ejemplo, esta mañana
te escuché trinar como ave
y cuando estoy algo perezosa
eres quiquiriquí de gallos.
Hoy que transitaba por el campo
te ví en legendarios árboles,
como ramas desnudas,
tenaz, resistiendo veranos.
Siempre me sorprenden tus colores
amarillos, rojos, blancos...
cuando la primavera vienes
gozosamente anunciando.
Al cruzar el puente sobre el río,
te ví chapaloteando agua
retozando alegre, vivaz,
cipote despreocupado.
Refrescante sensación,
eres Liquitimaya
al hundir mis pies desnudos,
te transformas en agua.
Sombra para sestear,
tendido en una hamaca,
zumbido de las abejas
danzando de planta en planta,
brizna de hierba, salpicada de rocío
suaves azahares al rozar los cítricos.
Estás en los caminos
que recorrieron tus pasos
y en el temblor nervioso,
sobre el lomo del caballo.
Eres mugir de vacas
y retozos de terneros.
Eres flor grácil de caña,
que se mece con la brisa
eres atardeceres
y el asomo de la luna
transitando sin prisas
Y con tu luz, centelleante
haces guiños cual lucero.
Y en el aroma del café
colándose por el olfato,
acompañas mi desayuno
y mi pausa, a las cuatro.
No te has ido, Papá...
te disfruto cada día
hace tiempo que no estás
inerte, en esa tumba fría.