AliciaTorres

Arte

Arte.

Santiago, a una esquina de La eskalera ,10:45 de la mañana ,con el estómago repleto, los pies cansados y las membranas de dedo a dedo solitarias; caminábamos en paralelo, sin pisar las grietas de la banqueta, el cielo lucía hermoso -miré hacia arriba- observé las nubes meticulosamente. -volteé- él me miraba-. -hemos llegado- exclamó, rompiendo aquella ligera tensión que comenzaba a propagarse en nuestros rostros.Muy emocionada con pasos veloces me dirigí hacia los cuadros.

Ya en una habitación repleta de pinturas se detuvo frente al cuadro posiblemente más bello de toda la galería solo para opacarlo con el brillo de su tez canela, sus hombros parecían perderse en el marco de ocre tallado a mano por afganas mayores ciegas de nacimiento que se verían conmocionadas al sentir una superficie más lisa que dicho árbol caído, su piel. Pasaron varios minutos y seguía frente al cuadro moviendo ligeramente la cabeza de lado a lado, como si su cuello le insinuara a mis labios que lo cobijaran, -resistí-, pasé a la otra habitación para observar un cuadro alejado considerablemente de la tentación de tomarle de la mano.

De repente se encontraba en el mismo plano espacial que yo,solo que en la pared opuesta, escuché sus pasos acercándose lentamente como León a punto de atacar a su presa indefensa, -los pasos pararon- respiré profundamente conteniendo todo el aire posible en el diafragma, sentía que mis pulmones colapsarían en cualquier momento; asentó su barbilla en mi hombro emitiendo un ruido cauteloso que no alcanzaba a ser una palabra, mucho menos una oración, más bien era un suspiro, de esos que acarician y te erizan la piel a tal grado de sentir un ligero hervor en las venas; -mis pulmones terminaron por colapsar-.

Quise evitar lo inevitable, lo que estaba por suceder nos tenía suspendidos en el aire, -volteé hacia él - nos encontramos cara a cara ,a unos cuantos centímetros de cumplir la Epifanía; Con una diferencia de unos cuantos milímetros entre sus labios y los míos noté que sus ojos tenían un color café, quizá no era el único en tenerlo pero específicamente le quedaba tan bien que, juraría haber visto el cielo contenido en sus pupilas. -me abrazó- el espacio entre nuestros labios se hizo menos estrechó ya que mi cabeza se apartó y la suya reposó en mi hombro. Pasaron segundos, minutos, sentí semanas entre sus brazos con mis manos aferradas a su espalda, pero segundos, tan solo unos cientos de segundos transcurrieron para que nuestros labios volvieran a encontrarse con el afán de completar el recorrido vuelta a casa, encontrando al fin su hogar predilecto. -Nos besamos- ni el se adelantó ni yo tome la iniciativa, parecía que nos pusimos de acuerdo para realizar aquella travesura con sabor a néctar y fruta fresca.

La pintura más bella en esa galería éramos nosotros, labios peleando hasta perder el aire, eran el y sus ojos genéricamente únicos, eran mis ansias por devorarlo a caricias.
Éramos arte, simplemente éramos.