Morales D.

Quizá nos hablaron del amor

Nos hablaron del amor como si fuese un autobús rojo que nos recoge y nos pasea por la ciudad, nos dijeron que era compasivo, como una felicidad cuadriculada. Nos hablaron del amor como una formula, como un desinterés interesado, como una línea recta que pide que la disparaten. Nos mintieron y no nos importa, porque no es trascendente la versión del amor que se nos inculque, pues para todos hay una. Nos hablaron del amor como una red de mentiras blancas, como una perfección inaudita, nos hablaron de desgracia, pero no nos hablaron de lo común que era. Nos quitaron el amor que decidimos, nos trataron de inculcar uno ajeno y nos lanzaron a la vida sin prórroga, como si un concepto, una fórmula y un pedazo de pan, bastaran para saber lo que se es y cómo se debe armar un aeroplano.

 

Nos hablaron del amor como una cura, nos dijeron que nos sana el alma, pero no dijeron que era también cuchillo y enfermedad. Porque es tradición no advertir lo que le viene a los jóvenes pendejos. Nos hablaron del amor como un gran salto, no como un abismo al que no elegimos cuando saltar. Nos hablaron, sí, pero no entendimos, porque, el amor del que nos hablaron tanto tiempo, no era el nuestro.  Nos hablaron del amor como se nos habla de la historia o la geografía, nos advirtieron que hay que aprenderlo de memoria, lo que no nos dijeron es que viene con nosotros, que no podemos intercambiar amores con los demás, o que podemos amar más de lo que nos aman.

 

Nos hablaron del amor, pero no nos dijeron que vive en las pupilas, que se propaga por el aire o por la sangre y la saliva. Nos hablaron del amor, pero no por eso sabemos lo que es, porque, antes de entender axiomas y lenguajes, ya habíamos amado. Nos dijeron que amar es casarse, construir una vida, lidiar con los problemas, madurar. Pero no nos dijeron que también es destruirse, incendiarse y dedicarse mitades de vida persiguiendo una felicidad a cuadros con ángulos realmente muy oblicuos. No nos dijeron lo que era, nos dijeron lo que les había pasado cuando amaron, no nos dijeron que era tóxico en ciertas cantidades y situaciones, nos dijeron que era cura.

 

Nos hablaron de mitos impensables, de mariposas estomacales y sonrisas y miradas, pero no nos hablaron de dolores de muela, o de insomnios alucinantes, o de las estupideces que pueden parecer brillantes y románticas ideas de propaganda. Nos hablaron del amor como Marx nos habló del comunismo, como una utopía infantil e insensata, lo que no nos dijeron es que no funciona así porque el hombre es imperfecto y no permite que el oleaje haga su trabajo.

 

Nos dijeron que era algo necesario, que, así no quisiéramos, íbamos a tener que amar. Pero no nos dijeron que podríamos querer amar sin tener a quién, nos hablaron del amor como una tarea individual, como si no dependiera de otra alma que nos mirase y nos quisiese conocer y alimentar, como si el amor no tratase de querer incluso aquello que la otra alma no quiere de sí misma. Nos vendieron amores insensatos, porque no hay mejor introducción que una mentira sobre el desarrollo y un final incomprensible. Nos dijeron que había que estudiar y tener un título, comer, rezar, votar, pero no nos dijeron que el amor y la guerra podían ser similares y que el azar nos pasaría la cuenta luego de jugar a nuestro favor. Nos hablaron de conceptos como experiencias, de axiomas como sentimientos, de parejas como contrapartes. Pero no nos dijeron que podía haber cómplices, y pasos saltados y habitaciones separadas. Y, sin embargo, como siempre, hallamos la manera de repintar aquel absurdo panorama y convertirlo en lo que sea que nos pereciese real, para coser la bandera del amor a nuestro pecho y lanzarnos felices como Kamikazes.