En las gotas de lluvia transparente
se remojan guirnaldas de tu pelo,
y tus ojos alumbran el anhelo
en la noche serena y reluciente.
En tu piel, de las sedas del oriente
se florecen las rosas del Carmelo,
que me brindan un mágico consuelo
con su roce tan tierno y vehemente.
Son tus senos botones de jazmines,
y tus muslos columnas de mezquita,
en tu altar, que lo guardan serafines,
yo me encuentro la copa que me invita
al jardín de tu cuerpo y sus confines,
donde siento la paz que penas quita!
Autor: Aníbal Rodríguez.