Luis Alvarez

A Jorge Luis

Recuerdo tus quereres,

mi pastor pequeño.

Tenías llena de sueños

tu cabeza erguida.

¿Cómo podría olvidar

nuestras conversaciones?

 

Allá,

en la Piazza San Carlo,

de la bella Venecia.

En el Ponte Vecchio,

de la intelectual Florencia.

En la fontana

que te hace regresar,

la Fontana de Trevi,

de la ciudad eterna.

O frente a La Llovizna,

cascada roja

con sangre de masetros,

en la querida Guayana

de tus sueños.

 

Eras todo optimismo.

Pensabas en la lucha abandonada,

pero recuperada

para llenar de sol

la tierra que pisabas.

 

No hubieras resistido,

Jorge Luis, este momento.

No hubieras resistido

este momento de sequía,

de tantos sufrimientos,

de las muertes jóvenes

que hicieran recordar

muertes de ayer.

También vidas perdidas

las de otrora

igual que estas de hoy.

 

Yo creo...  tú también creerías

que  -como aquellas-

alumbrarán otros caminos nuevos.

 

Yo te aseguro,

Jorge Luis, que tú

hollarías esos caminos nuevos,

porque tú eras la luz.

 

Una luz

que pensó en la Primavera

como un día

tan  bien

lo hizo tu padre

y otro día

también

lo hará tu hermano.

                                                           Roma, agosto de 2017.