Esteban Giraldo Diez

Inmaculada Tragedia (Autor: Sergio Alejandro Ariza Vargas)

Lo que más duele, sobremanera,

no es la herida funesta que deja, o que queda,

sino aquel infortunio del nunca será.

 

Nada hay, más doloroso, que lo que no quiere existir.

 

Nunca será el amor, en nuestras venas, por ejemplo,

o este país, nunca será más nuestro.

Ese nunca será que no será nunca pronunciado

también duele fuerte, y duele como un dolor, o un miedo,

y quebranta las veces que sea necesario, mientras se está uno solo y desintegrado;

o como la negativa de la muerte a la vida,

así duele fuerte este designio insospechado.

 

Este inédito destino del nunca será.

 

Hay un nunca será en cada historia de vida.

Y, considerándolo, ¡qué tal fuese

que nunca hubiese sido aquel nunca será! Bastante

de lo poco, y, por lo demás, pedagógico, como nunca antes algo había sido.

 

Sin embargo, por una paradoja, ironía o sarcástica bienaventuranza

este nunca será que tanto llamo, jamás nunca dejará de ser.

Un completo dilema se hace en vida,

cuando uno, enamorado, se encuentra

contra todo propio deseo

entre el nunca será y el quiere ser.

 

Por lo pronto, nunca acabaré de entender

lo conveniente que resulta

que nunca sea lo que quiero que sea.

Seguiré, no obstante, dilucidando,

si entre tú y yo

nunca seré <<yo>>, o si nunca serás <<tú>>. La cuestión

más bien, pienso yo, es preguntarse

por el sentido del nosotros. Si es que acaso

no será,

nunca fue,

o no querrá nunca, ser.