María Belén Delgado

Aferrada a su amor

Nadie podrá calmar mis emociones,

es en vano que me lo prohíban,

pues obsesionada estoy con sus intenciones,

que no hay lugar para buscar salida.

 

Y el hombre por el que enloquecía,

tenía una vida desmedida,

la misma que me enfurecía,

pues no podía hallarme agradecida.

 

 Y ¡sí!, afirmo desagradecida,

por sentirme desgraciada,

la infelicidad me atormentaba,

cuando la noche llegaba.

 

Y las sombras se acumulaban,

hasta llegar el día,

y las lágrimas escapaban,

cuando al escribirme decía:

 

¡Aléjate!, busca tu felicidad,

e insistía mi corazón terco,

abrazando sus lamentos,

y amando con fogosidad.

 

No desperdicies tu vida,

y manténme a mí a tu lado,

recuerda que algún día,

yo te podré estar consolando.

 

Pues tu niña siempre he sido,

arrullada en tu pecho,

es mi hogar, es mi lecho,

desde aquel instante que te encontré.

 

Y desnudaste mi alma,

y desvestiste mi mente,

tú, mi amor indolente,

  no me pierdas por traición...