argantonio

A Ramón San Pedro

Era maquinista naval

como un minero que añora

la luz del alba,

él se arrojó libre e inocente

a su mar.

Como un niño sin maldad

que se arrojara al estanque

donde duermen piedras varadas.

Ramón pasó de marino a galeote

encadenado a una cama, sin más cielo

que el techo, alma rebelde, cuerpo

desecho.

Si no se puede acariciar

nada existe, todo está lejos.

Ramón ya está en su gloria

formando parte de nuestra

memoria.

Ya no eres marino ni galeote,

rompíste las cadenas, dejáste

este mundo en calma, sereno

como un chico vivaz, como un

hombre bueno.