argantonio

El Dicken de los pinceles

Solo el sol que no discrimina

alienta por la ventana de una

casa abandonada al niño mendigo.

 

Tiene las plantas de los piés

encallecidos con polvo adherido

de mil calles.

 

Hay camarones renegrídos

en el suelo, el niño parece

meditar para sus adéntros,

si vale la pena salir o echarse

otro sueño que le proteja de

una realidad sin afectos y

sin juegos, a sus piés

vemos una manzana descolorida,

y el único recuerdo que le trae

vida a este niño murillésco es un

cántaro de barro oscuro y húmedo

de aquella ciudad de luces y sombras

que era Sevilla.