Enrique del Nilo

MAESTROS DEL UNIVERSO

 

 

 

 

 

Yo quería ir a la luna,

quería el mundo recorrer,

quería curar el cáncer,

quería la pobreza disolver;

quería a las profundidades descender

y nuevos mundos conquistar

orquídeas cultivar

y un millón de niños criar;

quería escribir poesía

y musicalizarla

y subir a un escenario

y al pueblo entregarla

 

Y trazando garabatos

sobre la pizarra

se me fue consumiendo la vida,

se me apagaron las pupilas,

se marchitaron mis sueños;

y me sentí frustrado

repasando con cada niño

el pa – pe – pi – po – pu

 

Una tarde me acomodé

frente a mi puerta

viendo la tarde pasar…

llegó el cartero,

me traía a entregar

cartas de viejas amistades

que no había podido olvidar

 

El que platicaba mucho,

la que de clase se escapaba,

el que aprendió a fumar

tras del salón;

la que vino por un consejo

cuando en su vientre

se acunó el fruto del amor,

y lloró en mi hombro

ante mi silencio de comprensión;

el que escondía las canicas,

el de las eternas golosinas

y el que en el salón siempre se durmió;

el histrión,

el taciturno…

 

Todos habían tomado sus caminos

y por medio epistolar

hasta mi regazo volvían;

y los  había doctores,

bohemios,

soldados,

agricultores,

científicos,

amas de casa

poetas,

cantores…

y en común las misivas repetían

que allá donde triunfaban,

o fracasaban, ¿Por qué no?

algo de mi

les acompañaba

 

y dibujando una sonrisa

sobre el mapa

con que el tiempo

mi rostro marcara,

limpié la humedad

que el viento arrojó

sobre mis espejuelos,

y me dije para mi mismo:

vaya cuantas cosas he hecho

lugares donde he estado

sin levantar el culo

de esta vieja mecedora